martes, 17 de marzo de 2020

Una lección de vida

Mientras comienzo a escribir estas líneas, el cuerpo me dice que algo no anda bien. Una mezcla entre preocupación y ansiedad... De fondo, el cantante del grupo Miss Cafeína da a través de su Instagram una especie de mini concierto. Es una de las cientos de iniciativas que se están realizando para hacernos más pasajero este encierro al que nos somete un virus de origen chino.

Todo vale para que en esta cuarentena no se nos caiga la casa encima, pues todo apunta a que va a ser larga... Conciertos gratuitos, festivales de música, sesiones de poesía, obras de teatro, visitas virtuales a museos, películas, cursos de todo tipo, tablas de ejercicios y meditación, cuenta cuentos, revistas... lo importante es estar entretenido y tener la cabeza ocupada en un tiempo que muchos, como es mi caso, pasamos a solas, y es difícil no derramar alguna lágrima. Las redes sociales están siendo las grandes aliadas.

En estos casos, salvo zopencos y zopencas que siempre hay, los españoles nos crecemos en las situaciones difíciles y tiramos de solidaridad. Prueba de ello es la plataforma “Todo saldrá bien”, creada para solventar las necesidades de aquellos que lo tienen más difícil en esta guerra contra un bicho con un nombre muy real que está dejando muchas vidas menos por donde pasa. Y también hay algún amigo o vecino que está ahí. Lo cual se agradece.

Asistimos atónitos a un cambio radical en nuestras vidas. Digno de los guiones de todas esas películas apocalípticas que, desde que empecé a tener noticias de este virus, he ido repasando en mi cabeza. Los programas se graban sin público y sin apenas equipo, los programas de radio se hacen por Instagram, gran parte de las empresas cierran y muchas imponen el teletrabajo, las reuniones ahora son por Skype, las clases son a distancia, todo está cerrado (incluso nuestras fronteras) y hay un protocolo de seguridad para ir a comprar al súper... ¿Nos habrá castigado Gaia por el mal que le estamos haciendo?...

Ya no nos abrazamos, ni besamos, ni siquiera con el codo o el pie y, si sales a la calle, tenemos que mantener una distancia social de seguridad de al menos metro y medio, pues al bicho chino le encanta saltar de persona en persona. Menos mal que están las videoconferencias, y las cenas con nuestros amigos o la familia las hacemos cada uno confinado en su casa.

Este virus nos ha cambiado las vidas y, sobre todo, nuestra mentalidad. Hemos pasado del “no me da la vida” a “espero que me de mucho y más para estar con todos aquellos a los que tanto echamos de menos durante estos días”. Porque este coronavirus nos ha enseñado a apreciar a nuestra familia y amigos y aprender a centrarnos en nosotros y en nuestra salud. Estando bien, cuidándonos, alimentándonos y pensando en nosotros y los que nos rodean, no tenemos nada que temer. Al parecer ese es el juego: cuidarte tú para cuidar del resto. Algo a lo que la vida que llevábamos no nos tenía acostumbrados, pues siempre había algo por encima. Capitalism rules...

Pero ahora estamos parados de seco, redescubriéndonos a nosotros y, si estáis con alguien, a ese compañero o compañera de encierro, pues estas situaciones son decisivas (al parecer en China, finalizado el encierro, aumentaron los divorcios). Este virus nos hace pensar que el egocentrismo no va a ningún lado, pero la solidaridad sí y empieza por seguir las normas que se nos van marcando. Solo así podremos salir de ésta. Ya habrá tiempo para paseos, para entrenos, para carreras, para cañas, pero, sobre todo, para abrazos fuertes sin distancia, que es lo que, por mi parte, más echo de menos. Salud!

No hay comentarios: